¿Por qué la transparencia es un camino y no una meta?

Hoy viene Beatriz C. Martinez Isidoro (Beatriz C. Martisi) a hablarnos de transparencia. Todo en fenómeno de vocación, esfuerzo interés y divulgación sobre la transparencia en las instituciones, tanto en su calidad de profesora universitaria (y Doctora, ni más ni menos) como en la de periodista sobre estas materias. ¿Quién puede hablar mejor de estos asuntos?

Narciso mirándose en el río, Caravaggio

la administración que solo se mira a sí misma creyéndose transparente, nunca llegará a serlo de verdad.

Cuando comencé mis primeras investigaciones sobre la transparencia de los partidos políticos -allá por el año 2011-, el tema no era demasiado conocido y explicarlo resultaba bastante complejo. Las primeras personas a quienes les conté que me dedicaba todo el día a cotillear las páginas webs de los partidos políticos, evaluando si la información que publicaban era suficiente para saber qué hacían con el dinero público, fueron mis padres y me querían, así que fingieron entenderlo todo con un “muy bien, hija”, sin más preguntas. Después de intervenir en varios congresos, jornadas y clases descubrí los dos motivos por los que la gente no hace preguntas: porque no les interesa el tema, o porque no se han enterado en qué consiste.

La doble definición de la transparencia

Siete años de investigaciones y una tesis doctoral, me llevaron a la conclusión de que no existe una única definición de qué es la transparencia –esto nos encanta a los académicos-, pero sí puedo afirmar que para considerar que una institución, ya se pública o privada, es transparente cuando voluntariamente hace pública o da información relevante para dar a conocer el estado de su organización, funcionamiento, gestión y administración de manera sencilla y habitual. 

En esta “definición” propia, hay dos elementos básicos y fundamentales que me gustaría aclarar:

  • Voluntad. Para ser transparente debe existir voluntad de querer serlo. En este sentido, se puede hacer una comparativa con las personas: están las personas que se comportan correctamente y luego están las buenas personas. Con las organizaciones sucede algo parecido; se puede ser una entidad que actúa de manera transparente, o se puede ser una institución transparente. En el primer caso, la organización solo se preocupa por cumplir con las obligaciones que le indican las normas. En el segundo, la institución centra su atención en comunicarse con la sociedad de manera transparente, siguiendo unas directrices propias más allá de la normativa.
  • Información. Es la piedra angular sobre la que gira la transparencia, pero no se puede dar de cualquier tipo ni, de cualquier manera. Sobre este aspecto, el punto anterior es fundamental, ya que una institución transparente se preocupará constantemente de que la información que da está dirigida a mostrar una imagen objetiva y actualizada de su situación, gestión y actividades.

¿Para qué sirve ser transparentes?

Una vez explicado claramente en qué consiste la transparencia, suelen plantearse otras cuestiones interesantes como “¿para qué sirve la transparencia?” Cuando me hicieron esta pregunta por primera vez no supe qué responder. Me parece tan obvia la necesidad de tener instituciones transparentes, que dudé seriamente de la procedencia planetaria de aquel interlocutor.

Para los escépticos sobre el valor de la transparencia, suelo dar tres motivos:

  • Evitar informarse solo por la prensa. Como le sucedió a los dirigentes del Partido Popular en enero de 2013 gracias a las portadas de El Mundo y El País, que publicaban una contabilidad alternativa, revelando la presunta financiación ilegal del partido. Casualidad o no, hasta aquel año solo una organización política de las dieciocho con representantes en el Congreso de los Diputados hacía públicos sus estados financieros a través de la web.
  • Quitar preocupaciones. Según los barómetros del CIS, desde 2009 hasta 2018 los partidos políticos y el fraude y la corrupción son, junto al paro y los problemas económicos, los cuatro problemas que más preocupan a la ciudadanía española. Un hecho directamente relacionado con la desafección política y el cuestionamiento de las instituciones públicas.
  • Garantizar una gestión pública honesta. Según los datos publicados por el Consejo General del Poder judicial, entre 2016 y 2017 hubo 209 procedimientos judiciales abiertos por casos de corrupción en España, con 1.070 personas acusadas y procesadas. Estos datos revelan que la situación de opacidad de las instituciones no beneficia a la sociedad.

¿Por qué tengo que ser transparente si nadie lee mis presupuestos?

Otra cuestión interesante la platean habitualmente los trabajadores y técnicos de la administración: “¿por qué tenemos que ser transparentes?” Esta pregunta me resulta más sencilla de responder: para evitar los chites que afirman que todos los funcionarios son ateos, porque es imposible creer que existe otra vida mejor.

A parte de chascarrillos fáciles, ser una institución transparente permite construir una sociedad más justa, equitativa y honesta, permitiendo mejorar el bienestar de toda la sociedad. Cuando se dan explicaciones de las decisiones, gastos o nombramientos, la tentación de ser arbitrario, injusto, derrochador o discriminador resulta más complicado y, además, está demostrado que el corrupto no nace, sino se hace, empezando por sustraer bolígrafos de la oficina para sus hijos, y terminando por la malversación de fondos públicos.

Sobre este aspecto, me gusta recordar las palabras de Anders Carlsson, representante de la embajada de Suecia en España, que en 2016 afirmaba que Suecia era un país corrupto a principios del siglo XX. Esta declaración siempre sorprende porque el país nórdico fue pionero en la regulación del acceso a la información pública, aprobando su ley en 1766, y actualmente suele ocupar los primeros puestos del Índice de percepción de la corrupción de Transparencia Internacional, demostrando ser uno de los países con menos corrupción del mundo. Sin embargo, la ley sueca no es la mejor valorada por el Ranking mundial de derecho a la información – Global Right to Information Rating-, que la sitúa en el puesto 40 de las 123 leyes que existen.

En resumen

¿Qué quiero decir con todo esto? Pues que la transparencia de una organización es un constante devenir de acciones que no dependen solo de las leyes, sino de la voluntad y el convencimiento de hacer todo lo posible para garantizar un servicio de calidad, honesto, justo y equitativo, no por obligación, sino porque es el derecho de todos los ciudadanos.

En su lucha, Gandhi dijo: “no hay caminos para la paz, la paz es el camino”. En la transparencia tampoco hay caminos – mucho menos atajaos- que lleven a ella, porque no es la meta; la transparencia es el principio que guía el camino de quien quiere ser transparente. (Y ahora es cuando me hacen preguntas, si les interesa el tema).

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