El post de esta semana lo trae Cecilia Güemes, investigadora, profesora y lideresa en la cosa de la investigación científica sobre Gobiernos y Administraciones Públicas. Nada menos.
La confianza facilita las relaciones interpersonales y es la clave de que las personas compartan información, conocimientos, saberes y tiempo en pos de intereses y objetivos comunes. Sea el objeto de la confianza otro sujeto (conocido y cercano o desconocido y abstracto) o una organización (institución gubernamental o no), el/la que confía espera que su destinatario/a no traicione ni sea egoísta u oportunista respondiendo en cambio favorablemente a las expectativas en él/ella depositadas.
Las fuentes de la confianza
La literatura académica que busca entenderla, interpretarla y promoverla suele centrarse en tres fuentes de la confianza. Primeramente, quienes la abordan como una preferencia de base cognitiva que supone un razonamiento basado en información que se interpreta. Para este enfoque las reglas claras, la transparencia y la provisión de información son de suma importancia para suscitar confianza. En segundo lugar, quienes estiman la confianza es una actitud que tiene una base afectiva sustentada en emociones y que implica la decisión de suspender la duda respecto al otro. Para este enfoque la socialización informal es fundamental; como sentimos y experimentamos al otro (ya sea de modos presenciales como virtuales) nos refuerza o desmonta nuestra actitud de modos sutiles e imperceptibles. Por último, la confianza puede leerse como un constructo sociológico-rutinario edificado en la experiencia y que conduce a sostener la expectativa de que los otros se comportarán de modos adecuados. Para este grupo la confianza (o desconfianza) es un subproducto de prácticas arraigadas en el tiempo.
A los actores políticos suele preocuparles tanto la confianza social (lazos débiles o de largo alcance que se desarrollan entre grupos y personas que carecen de conocimiento íntimo entre sí) como la confianza en las instituciones (percepción, valoración y afectos que despiertan las instituciones y aquellos que la integran). Ambas predicen la cooperación y acción colectiva fundamentales para la gobernanza. En este contexto la confianza de los ciudadanos respecto a las intenciones y comportamiento de los funcionarios, como las percepciones y actitudes que tienen los funcionarios respecto de los ciudadanos, y la confianza entre los propios administradores públicos resultan de importancia nodal para co-crear, co-diseñar o co-implementar soluciones a problemas públicos.
Revirtiendo la desconfianza
La inquietud mayoritaria es cómo revertimos la desconfianza existente. Creemos que la clave es trabajar de modo integral los tres aspectos antes señalados: racional, emocional y rutinario, pero especialmente estos dos últimos. Proponer cursos de capacitación y sensibilización en temas vinculados a la confianza, estrategias de diseño colaborativo (design thinking) o nuevas leyes de transparencia y mecanismos de participación pueden servir para que los actores perciban la importancia del tema (aspecto racional) pero no son suficientes. Los prejuicios, estereotipos y prácticas arraigadas no se desmontan lisa y llanamente con la aparición de nuevas ideas o acceso a conocimiento estratégico; hace falta sentir y aprender con el cuerpo que nuevas lógicas de acción son posibles y eficaces para alcanzar los objetivos que nos proponemos. Para ello es fundamental la experimentación presencial del otro (aspecto emocional) que nos permita entender sus posiciones, límites y posibilidades a la vez que nos invite a crear con el otro. Cuando las energías no se concentran en desbancar las posiciones del otro o justificar las propias sino en el hacer algo concreto es más sencillo cooperar puntualmente y colaborar a largo plazo (aspecto rutinario).
Esa confianza que estamos buscando y deseando por partes iguales es más probable surja como subproducto actividades de trabajo colaborativo y participación donde, (más allá de los resultados concretos que se produzcan), funcionarios y ciudadanos pueden conocerse, imaginar complicidades y conseguir familiaridad. Aunque poco cuantificable, ese impacto es clave para superar distancias y empezar a creer en el otro.
“Ahora sí, parece que ya empiezo a entender
Fito y Fitipaldis, 2003
Las cosas importantes aquí
Son las que están detrás de la piel
Y todo lo demás…”