Gastronomía y transformación digital: de lo simple a lo memorable

Hace unos días pude ir a uno de los sitios que más me gustan: Madrid Fusión. En este encuentro de profesionales de la cocina, ves a gente que ha hecho negocio de algo tan abstracto cómo hacer felices a sus clientes. Como bien me decía David Povedano, esto no es necesariamente generalizado en el mundo de la cocina. Hay sitios infames que directamente echan de comer. Sin embargo, creo que toda la gente que ama la cocina, que siente algo por ella, busca sólo un referente: que la gente se levante contenta de la mesa. El resto es egolatría, o avaricia.

Daguerrotipo de hombre con un uniforme de cocinero
Cocinero poniendo todo el alma en un plato. Fuente

Pues bien, como siempre que vas a un sitio donde hay gente inspirada e inspiradora, encuentras ideas para aplicar a tu vida profesional. Y ahí vamos, a parte de consejos, ingredientes, platos o tendencias, me fui con tres conceptos y muchas similitudes entre gastronomía y transformación digital.

Gastronomía y transformación digital: La importancia de lo simple.

Uno de los ejes de Madrid Fusion ha sido la vuelta a los orígenes y a lo simple. Desde cocineros con estrella que han hecho sus restaurantes a partir de los platos de su infancia, a la conferencia de Montserrat Fontané (la madre de los hermanos Roca), se ha puesto en valor lo simple. Algo que puede parecer contradictorio en un mundo de espumas nitrogenadas, gelificaciones, esencias y demás. Sin embargo, esa simplicidad es una manera de desandar el camino para encontrar lo básico. Nos hemos dedicado tanto en avanzar hacia adelante, que hemos olvidado el destino. Buscamos la felicidad de quien come, ni la justicia ni la complejidad, sino llenar el espíritu. Del mismo modo, no buscamos servicios más complejos, sino que la gente acabe satisfecha.

Esto puede llegar desde la descalcificación de las conchas de crustaceos para comerlos crujientes a una sopa de albahaca de toda la vida. ¿Por qué? Porque lo que reconforta a la gente no entiende de las complejidades. A lo mejor, el plato más humilde que no enseñaría nunca, es la proxima revolución. Quizá, una pequeña idea del Ayuntamiento más pequeño para atender a los vecinos podría mejorar la valoración de los servicios del Ministerio más grande. No hay una respuesta pequeña, sino respuestas adecuadas al público.

Lo importante en un cambio como es conectar con lo que satisface a la gente. Esa respuesta nunca es mejor por ser más grande o moderna, sino por acercarse más a esto. Puede aparecer de cualquier manera y en cualquier lugar.

La búsqueda infinita.

Cocinar es aprender. Esto es algo que está claro. Cuantos más platos pruebas, más cosas nuevas quieres probar. Y para aprender hay que ver, hay que intentar y tener la cabeza bien abierta. El amor por algo es, precisamente, las ganas de llegar más lejos, hacer algo nuevo.

Sin embargo, rara vez puedes dejar de hacer cosas para probar cosas nuevas. Salvo que seas Ferrán Adriá, no puedes cerrar meses para probar nuevos productos y formulas. Innovas, creas, pruebas mientras vives y haces lo demás. Esto es algo que tendríamos que tener claro en el mundo digital. Uno no puede dejar de hacer sus tareas cotidianas (gestionar servicios, ayudar a la ciudadanía, planificar políticas). Se trata de hacer cosas nuevas mientras haces las cosas viejas. En este caso, lo mejor es probar el con la gestión cotidiana. Ir probando con lo que vamos ofreciendo.

Pero entonces ¿Cómo arriesgarnos a sacar algo completamente nuevo cuando lo que tenemos funciona? ¿Tendría sentido arriesgarse a cambiar toda la carta sin saber realmente qué es lo que gusta? No. Las raciones reducidas de los menús degustación es que, de esa manera puedas probar muchas cosas, todas ellas diferentes. Quizá deberíamos dejar de pensar en grandes proyectos de innovación que apuestan todo a un output concreto, y hacer pequeñas pruebas que puedan ofrecer resultados que nos acerquen al público.

Pero de todo esto, lo más importante es que aprender y probar parte de la insatisfacción. Nunca podemos estar contentos con el punto al que hemos llegado. No se trata de renunciar a ello, sino de tratar de ir un poco más allá para hacer más feliz al público.

Sólo logras ser memorable si es importante para ti

Pero lo más importante de todo esto es la humildad de quien tiene como propósito servir. Mucha de la gente que ama la cocina lo hace porque ama complacer, hacer feliz. Ese es, al menos mi caso. Uno no cocina por ego, sino porque quiere que la gente para la que cocina se sienta especialmente apreciada. Esto es lo que hace mucha gente que atiende a personas en todo tipo de organizaciones (tanto públicas como privadas).

Sin embargo, como decía al principio, estamos en un tiempo en el que las técnicas, protocolos y normas (incluida la tecnología) han desnaturalizado esto. Lo que hasta hace unos años era normal (y lo sigue siendo en muchas pequeñas administraciones), que es tratar bien y atender bien a las personas, es, hoy en día un lujo o un protocolo. En mi vida como usuario de servicios públicos he agradecido más la complicidad de quien me ha atendido que el saludo protocolario señalado en la guía de atención al público que sale casi mecánico. Recuperemos lo básico, porque es básico: no lo veamos como un lujo.

Pero todo esto solo tiene sentido partiendo de una premisa: tiene que ser importante para ti. Esta es la idea que más me ha gustado de todo el encuentro. Es muy difícil, casi imposible, hacer algo memorable para nadie si no le pones tu corazón y todas tus ganas. ¿Por qué? pues básicamente porque se nota que lo has hecho de manera maquinal. Todos recordaremos esa frase tan de abuela como es «hay que cocinar con cariño», y ¿quién cocina mejor que ellas?

Hay que innovar, hay que cambiar, pero hay que hacerlo pensando en hacer felices a los usuarios. Si no, al final, se ve el cartón, estamos desorientados y lo que hagamos nunca será memoriable.

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