¿Dónde está el cerebro de las Smart Cities?

Hace unos días pude asistir al Congreso Internacional de Opendata (OpendataCon) 2016. Aunque mi trabajo está muy ligado a los datos, no soy un experto en la materia. Más aún si tenemos en cuenta que la asociación entre open data y Administración está más vinculada a la transparencia, contratación y Smart Cities. Así que, dentro del programa (con expertos y activistas famosos y no tan famosos pero con igual mérito), me centré en estos temas. Después de varias sesiones sobre este último tema, me quedó una sensación rara. En prácticamente casi todos los casos, una pregunta recurrente era el impacto o resultados «reales» de las smart cities. Salvo alguna excepción, la mayoría de los ponentes decían que era un tema que aún no habían desarrollado. Eso me llevo a preguntarme ¿En qué pensamos cuando hacemos Smart Cities?

Las smart cities piensan en muchas cosas, pero quizá no en LA cosa
Las smart cities piensan en muchas cosas, pero quizá no en LA cosa. Fuente

Disclaimer: No soy un experto en Smart Cities. Conozco unos pocos casos, leo noticias y procuro estar al día. Puede que lo que diga no sea del todo correcto, pero si es así, os ruego que me lo comuniquéis y corregiré lo necesario.

El cerebro de las Smart Cities.

Desde hace un tiempo cuando coincido con colegas es frecuente que hablemos de Smart Cities. La sensación más o menos general es que las Smart Cities están lejos de la ciudad real. Esta sensación es de mis colegas, ni mucho menos de todo el mundo. Sin embargo, parafraseando a alguien (que mantendré en el anonimato), digamos que «de lo que se trata es de que la calle esté limpia, y no de que las papeleras tengan chips». Esto no significa forzosamente que estos chips no influyan en que la calle esté realmente limpia, pero sí que el camino entre una y otra cosa es lejano. Un poco el runrun que hay con este tema es que las Smart Cities han crecido más por la presión de la oferta (proveedores de software y hardware) que por la demanda de la ciudadanía y los gobiernos locales.

En ese caso, podemos pensar que la implantación de las Smart Cities han convertido su implantación en un fin en si mismo. Esta condición hace que dejen de ser un instrumento para la gestión de la ciudad para ser un elemento que se autoabastece y que, en el mejor de los casos, refuerza la identidad ciudadana. De hecho, sólo la presentación de Daniel Sarasa, de Zaragoza presentó sus avances en el proyecto City Keys en este sentido. Una acción conjunta de varias ciudades europeas para definir métricas de impacto de las Smart Cities en la ciudad. La sensación es que se trataba de algo pionero, nuevo y extraño para la mayoría de los asistentes.

Los problemas de las smart cities.

La premisa de trabajo acarrea diferentes problemas a la gestión de la ciudad y del proyecto:

  1. Alcance mal definido. Si no asociamos el modelo smart al desarrollo de la ciudad el proyecto carece de propósito real. ¿Qué empezamos a implantar, medir y abrir? ¿Dónde centramos los recursos y la atención?¿A quién hablamos primero?
  2. Identificación del resultado. ¿Cómo podemos saber si hemos creado bien una ciudad inteligente? Más allá de que la estructura esté allí, no podemos saber si ha logrado algo en la ciudad. No podemos saber si hemos logrado algo que no nos hemos propuesto.
  3. Seguimiento de los progresos. Este tipo de proyectos llevan mucho tiempo en desarrollo y construcción, lo que puede generar enormes desviaciones. Hacer un control de que los avances van sobre lo establecido es básico para evitar grandes problemas. Sin embargo, esto sólo se podría fijar en hitos internos del proyecto, pero no de su impacto en la ciudad. Por ejemplo, podemos saber si tenemos monitorizadas las ambulancias, pero si no asociamos eso a la «vida real» puede que estemos construyendo un error.
  4. La mejora del modelo. Sin objetivos, ni resultados, ni medición de los avances es imposible mejorar algo. Podemos mejorar (y seguro que se ha hecho) el modelo de implantación del proyecto, pero dificilmente sus resultados.

La cuestión es que, según parece, la creación de las Smart Cities se ha convertido en un proceso que se legitima por su propia existencia. ¿Cómo negarse o fiscalizar un proyecto que une inteligencia, tecnología y, en muchos casos, sostenibilidad y bienestar? Más aún, cuando el proceso es tan complejo técnicamente y requiere una visión tan a largo plazo, ¿Cómo empezar a pensar en el final que debe tener y no en el principio? Es algo muy anti-intuitivo. Y sin embargo, esto es lo que construye una burocracia.

Lo que necesitan las Smart Cities: Más cities que smart

Las ciudades inteligentes necesitan poner la atenión en la ciudad y en la ciudadanía. En primer lugar es necesario plantear para qué queremos implantarla. No es el por qué, sino lo que esperamos que se logre en la ciudad a través de ella. Es lógico pensar que crear toda esa infraestructura tecnológica y social requerirá años, muchos años. Por lo tanto, posiblemente trascienda la vigencia de un programa de gobierno, pero posiblmente no un plan estratégico. El aparataje tecnológico debe estar alineado con los planes de la ciudad para poder priorizar y centrar atención en los puntos reales de la gestión.

Este planteamiento nos llevaría al siguiente punto: la ciudad inteligente tiene que estar integrada en la propia ciudad. El aislamiento entre la smart city y la política real de la ciudad desdobla la realidad entre «digital» y presencial. No hay posibilidad de integrar a la ciudadanía y a las instituciones en un modelo tecnológico aislado de la sociedad. Las Smart cities deben ser también ciudad, en la que interactúe la comunidad para poder incorporarla a la realidad cotidiana.

Por último, hay que situar en el centro a la ciudadanía. La creación y tratamiento de datos de la ciudad en su conjunto facilitan que perdamos el foco real de la acción pública. La comprensión del conjunto de los datos de la ciudad puede hacernos perder la óptica de la ciudadanía. Como dice Andy Dickinson existe el riesgo de un metrocentrismo, esto es, centrarnos tanto en el conjunto de la ciudad que olvidemos las comunidades y personas que la componen.

¿Cómo ligar las Smart cities a la ciudad?

Alguien dijo en el Congreso que el Open Data es una característica y no un producto. En parte esta frase tan redonda es cierta, pero por otro lado, encierra algo de riesgo. Entender que algo tiene que ser difuso y transversal es la mejor manera de que nadie se haga responsable ni de lo que hace ni de lo que pasa. Lo pueden atestiguar las responsables de políticas de género o medioambiente. Es cierto que abrir datos en las ciudades es un parámetro que debería ir casi por defecto, pero es necesario crear un proyecto concreto que lo dirija. Este proyecto debe cumplir las siguientes características.

  1. Empezar por el final. Una smart city debe pensar primero y principal qué modelo de ciudad quiere contribuir a crear. Se trata de definir el papel que debe jugar la tecnología en sus resultados e impactos en la comunidad.
  2. Establecer métricas de seguimiento. Hay que medir lo que el mundo «smart» está haciendo en la ciudad. Crear métricas puede ser complicado, difícil, incómodo y, seguramente incierto. Hacer una previsión sobre algo tan difuso como una ciudad en lo que intervienen tantas variables es casi imposible. ¿Cómo saber si la reducción de atascos, suciedad o enfermedades se deben a la smart city o no? Bien, posiblemente las primeras veces nos equivoquemos, pero si no empezamos a hacerlo ya es seguro que nunca lo lograremos.
  3. Integrar el diseño de la smart city en la planificación de la ciudad. La smart city es también ciudad y necesita integrarse en la planificación y negociación de las personas y colectivos que la componen.
  4. Definir una estrategia integrada. El desarrollo de la ciudad y el de la ciudad inteligente deben ir de la mano. Las dos deben ir al mismo sitio. Igual que planteamos por dónde empezar a hacer carreteras, necesitamos plantear por dónde empezamos a generar y publicar datos y a quién queremos movilizar para su uso.

Aprendiendo del pasado.

Curiosamente nada de esto es nuevo. Es algo que llevamos escuchando aplicado a otros ámbitos de la gestión pública desde hace años. Actuar con un objetivo real y medir los avances para mejorar. La cuestión es que, curiosamente, en ests procesos tan avanzados actuemos de la misma manera que hemos errado en modelos como la burocracia. Adoro la idea de las smart cities y de generar, compartir y actuar con datos, pero no olvidemos que estos son solo un instrumento para que la comunidad avance como lo desee.

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